El problema es que no todos somos Cortázar y no hay rayuela que nos calme el corazón. No siempre es primavera y siempre es hoy, aunque extrañemos ayer y nos duela mañana.
Leemos Benedetti, escuchamos Joaquín, morimos por amor pero lo matamos por un pancho y una coca. Miramos la luna con los pies en el barro; besamos sin labios y odiamos sin tregua.
Y aún así, todo es poesía. El cantante que calla, el olvido que recuerda, las manos que tocan, el vacío que colma. Las noches que saben a martes de otoño, retratos que dibujan fantasmas, sombras que iluminan fracasos. Y aún así, todo es poesía.
Es poesía pensar en vos pensándome. Fracasar y no volver a intentarlo. Escribir verbos que no van a ningún lado. Adjetivos que no califican. Puntos que no terminan. Todo es poesía.
Nacemos y ese grito es poesía, es revolución que se eleva contra la egoísta imposición de ser.
Crecemos y el dolor es poesía, es melancolía de los días que ya no son, de abriles que pintan canas y recuerdos con color.
Morimos y el final es poesía, es el puño cerrado ante la derrota cantada, ante la cruel certeza del silencio.
Y lo que dejamos siempre es poesía. Hijos, amigos, recuerdos, olores, hogares, traiciones, amores, amantes, rencores, poesía..
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