Ausencias, risas y besos

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La alegría atrincherada, esperando tus encuentros

Los proyectos olvidados bajo un manto de piedades

Son las voces de estas ansias las que claman por tus versos

Es la daga que apuñala la memoria en los recuerdos

Ya no el fin, sino el comienzo que atropella este presente

Un comienzo con tu ausencia, sin tu risa ni tus besos

Esa ausencia ineludible, tan cercana y lapidaria

Esa risa sin reproches, sin promesas ni obviedades

Esos besos sin mañana, sólo en gotas, sin verdades

Un blog y un árbol

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Pensaba en Borges y en Cortázar; y en Dumas y en Bioy, y en Sábato también. Pensaba en nosotros, los pendejos 3.0, hijos del what´s up y el vodka con speed. O puro.

Pensaba en los blogs y la posibilidad de poner en la pupila global todas las pelotudeces que se nos ocurren.

Pensaba en Cortázar subiendo fragmentos de Rayuela a www.horacioylamaga.com.ar ; o en Dumas relatando las aventuras de Athos, Portos y Aramís en suplementos digitales.

¿Qué hubiera sido de ellos si la tecnología les hubiese permitido escupir automáticamente cada cosa que escribían?

Quizá El Aleph daría asco, quizá Casa Tomada no sería más que un cuento pésimo de un escritor belga/argentino alto y desgarbado, cuyo nombre ya nadie recordaría.

¿Qué hubiera sido de nosotros?

Nosotros que, aún siendo anónimas hormigas en esta jungla llena de hambre pero con derechos humanos, a veces tenemos ganas de escribir.

Es entonces cuando encontramos un árbol. Encontramos un árbol en medio de unas terribles e impostergables ganas de hacer pis (de ahora en adelante “mear”).

No nos aguantamos, así que miramos al teclado como quien no quiere la cosa, como bajando el cierre… y apretamos la primer gota. Cae una A.

La quiero borrar, pero ya cayó. Luego una consonante. Luego algo parecido a una metáfora. O a una forma de empezar una idea.

Ya tenemos una oración. Miramos alrededor para asegurarnos que nadie nos vea. Se acerca alguien pero todos sabemos que es imposible dejar de mear una vez que se empieza. No se puede cortar la inspiración y dejar el texto a la mitad. Uno nunca sabe cuándo vuelve.

La oración ya son dos. Y tres. Un párrafo. Dos. Tres.

Terminamos. No es un best-seller pero es. Y además tenía ganas de mear.

Habrá otras ganas y otros árboles vendrán...

Lo revisamos. No nos gusta. Da asco. Esas consonantes… esos adjetivos grandilocuentes, verbos con sueños de grandeza. Esos puntos y comas, y finales, y seguidos; y finales.

Menos mal que no tenían Internet. ¿Qué hubiera sido de nosotros?

El bálsamo Guardiola

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Con visión de juego, integridad y talento un joven Joseph Guardiola se constituía como líder en el Barca multicampeón de Cruiff allá por 1992.




Veinte años después, hace horas nomás, ha decidido cerrar la etapa del más exquisito fútbol que se haya visto en este planeta, llevándose en la mochila los mismos adjetivos.

Nunca antes en la historia de este juego un equipo se había convertido en paradigma como ocurre desde hace cuatro años (y esperamos que siga ocurriendo) con los muchachos de Pep.

Ni el Madrid de Di Stéfano, ni el Ajax de Rinus Michels, ni el Brasil del ’70 (ni otros tantos), pueden compararse con el despliegue de perfección en movimiento que el Barcelona ofreció al mundo.

Pero analizar el fenómeno catalán desde el aspecto meramente futbolístico sería extirparle su rasgo más notorio, amputar su virtud más ejemplificadora, que excede al campo de juego con su show y su business.  

Impuso al proceso sobre el resultado, el medio sobre el fin, y así se mantuvo en la cúspide del éxito durante cuatro años consecutivos.

Una belleza utilitaria, Menotti junto a Bilardo. La literatura y la matemática.

Pero sin perder su esencia, jamás escondiendo pelotas, jamás descalificando al rival, jamás dejando de ser el Barca. Tanto en la victoria como en la derrota.

Su estilo ha sido un bálsamo en un fútbol cada más mesquino, mercantil y berreta; y ha impuesto una manera de hacer las cosas en general, intentando la perfección, pero no a cualquier costo. Eso se llama excelencia.

Cosechó fanáticos en los cuatro puntos cardinales, una afición basada en el modelo de juego y no en la camiseta. Es imposible no ser hincha del Barca, porque es imposible no ser hincha del fútbol.

Nunca antes se había contemplado como hombres (e incluso mujeres) dejaban de lado sus planes cotidianos para ver 90 minutos de un partido culé.

Las repeticiones de los encuentros se disfrutaban de la misma manera que verlo en vivo, aún sabiendo el marcador final, ya que lo verdaderamente increíble no era el resultado, sino la forma. Diez toques, treinta, cincuenta, volver a empezar, diez toques más, y gol.  

Desde un deporte que enciende más críticas que halagos, demonizado con su carga de muertos y billetes, le demostró al mundo que aún se pueden obtener grandes logros desde la honestidad, el talento y la pasión.

Gracias Pep !







La Paz, esa quimera

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Quizá sea la guerra el más vivo reflejo de la imbecilidad humana, repugnante certeza que a fuerza de plomo y falso patriotismo ha inundado de sangre y dolor las páginas de la historia universal.

Desde que el tiempo es tiempo los hombres dedican gran parte de sus vidas a inventar máquinas y dispositivos para aniquilar a otros hombres, a otras mujeres, a otros hijos que podrían ser los suyos.

Legítima defensa, golpes de Estado, ofensas nacionales y revoluciones varias han servido de excusas para desatar batallas y expediciones. Incluso la paz.

Desde la piedra y la catapulta hasta el misil teledirigido y las armas químicas, los gobiernos perfeccionaron la industria de la guerra, y con ello la industria de la muerte.

Haber nacido aquí o 10 kilómetros más allá será decisivo para que seas nazi o bolchevique; argentino o chileno; bárbaro o romano. Y dependiendo de esa suerte geográfica serás vencedor o vencido, libertador o invasor, flamearás las triunfantes banderitas o quemarás los expedientes que desnuden tu pasado.

Y mientras tanto los cementerios. Y los caídos. Y los tullidos. Y las viudas. Y las minas. Y las tripas. Y el negocio. Y Nagasaki. Y el napalm. Y la muerte.

Hace 30 años este combo de locura e idiotez se apoderó de algunos cobardes que tiraban el último manotazo de ahogado de una dictadura que ya se había hundido en su propio lodo de picana y horror.  

Y hacia allí partieron los no cobardes. Los que no entendían nada. Iban a pelear una guerra que no era de ellos. Las guerras son de los gobiernos, no de los pueblos.

Treinta años después de esa historia de frío, esquirla y muerte, “conmemoramos” el desembarco en Malvinas. Y con ello percibí algunas manifestaciones que me alarmaron, ciertos pensamientos disfrazados de un falso patriotismo que confunde al enemigo (sinceramente no se qué hemos celebrado).

En esa guerra como en todas el enemigo es la guerra y sus gestores. Se llame Galtieri, Stalin, Thatcher o Marco Aurelio.

Nunca el otro. Nunca ese con el mismo miedo y distinta bandera. Nunca ese que es igual a vos.

Por eso cuando se recuerda a Malvinas desde el odio hacia el inglés, el patriotismo berreta, el que vende panfletos y olvida al hambre y la corrupción, triunfa en los rincones más íntimos de una sociedad que debería replantear sus prioridades.

No sé qué hemos festejado, aún si hubiéramos ganado no sé qué hemos festejado.

La única guerra que se gana es la que no se hace.

¿QUE LES QUEDA A LOS JOVENES?

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¿QUE LES QUEDA A LOS JOVENES? 
 
     ¿Qué les queda por probar a los jóvenes
     en este mundo de paciencia y asco?
     ¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
     también les queda no decir amén
     no dejar que les maten el amor
     recuperar el habla y la utopía
     ser jóvenes sin prisa y con memoria
     situarse en una historia que es la suya
     no convertirse en viejos prematuros
     ¿qué les queda por probar a los jóvenes
     en este mundo de rutina y ruina?
     ¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?
     les queda respirar / abrir los ojos
     descubrir las raíces del horror
     inventar paz así sea a ponchazos
     entenderse con la naturaleza
     y con la lluvia y los relámpagos
     y con el sentimiento y con la muerte
     esa loca de atar y desatar
     ¿qué les queda por probar a los jóvenes
     en este mundo de consumo y humo?
     ¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
     también les queda discutir con dios
     tanto si existe como si no existe
     tender manos que ayudan / abrir puertas
     entre el corazón propio y el ajeno /
     sobre todo les queda hacer futuro
     a pesar de los ruines de pasado
     y los sabios granujas del presente. 

Duele en el alma

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Duele en al alma ser argentino en estos días de andén, vagón y muerte. Como dolió aquel diciembre trágico de bengala, callejero y rock and roll. Como también tembló cuando el 737 de LAPA decidió no frenar y sus asesinas turbinas llenaron de luto la pista de Aeroparque y alrededores.

Pero lo que más duele en el alma no es la tragedia sino su olvido, y su pornográfica impunidad. En este país no va preso nadie, y la frase se hizo cliché a fuerza de escandalosos ejemplos: Jaime. Jaime. Jaime. Pieza fundamental para explicar las causas de la tragedia.

Mientras que la (in) justicia nacional le guiña un ojo y algo más, el muchacho aparece en actos oficialistas. Quizá no al mismo tiempo, pero por ahí, un tren en el porteño barrio de Once se avalancha sobre su propio destino y arrebata la vida de cincuenta (hasta ahora) personas. Cincuenta.  

Mientras escribo estas líneas hay cien padres volviendo de “despedir” a sus hijos. Pero quienes se acaban de despedir de la vida son ellos mismos, los padres. Y también los hermanos, las novias, los tíos, los amigos.

¿Alquien realmente entiende la magnitud de tanta muerte, de tanto dolor?

Quizá Clarín mienta y quizá Victor Hugo tenga razón. Quizá la inflación es la del INDEC y las consultoras son golpistas y gorilas. Quizá la mega fortuna del matrimonio K se haya ganado honradamente. Quizá Aerolíneas Argentinas sea puntual. Quizá el Fútbol para Todos es plata bien invertida. Quizá De Vido sea un tipazo. Y Jaime. Y Schoklender. Y Moreno. Y Moyano. Quizá el 54 % tenga razón. Y miles de quizás más.

Pero hoy las campanas doblan por 50 personas que ya no están.  

Cuando vuelvas

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Cuando vuelvas te cuento lo que estuve pensando, aquella vez que nos vimos en ese cuento sin tiempo.

Si esperás un te extraño, te devuelvo un nos vemos; si olvidaste el instante, te recuerdo los besos.

Cuando vuelvas te digo: no te vayas tan pronto, no me dejes tan solo, no te creas mis odios.

Si deseás más abrazos, tengo a mano el invierno; si inventás esperanzas, te concedo un milagro.

Cuando vuelvas no quiero ser pintor de recuerdos, quiero verte sin comas, no vagar por el tiempo.

Si volvés con nostalgias, te regalo primicias; si traés malos tragos, te descuelgo esa risa.

Cuando vuelvas no espero ser aquel de ese entonces, quizá un poco más joven, quizá un poco más terco.

Si exigís un adulto, olvidá mis temores; si buscás en mis ojos, no recuerdes traiciones.

Y cuando digo que vuelvas, no se allana mi alma, sólo expreso mis ansias de volver a tus ganas.

Si en afán de encontrarme, te olvidás de tu historia, te perdés en los tiempos de este mundo de locos; no malgastes tus días, que hace tiempo no espero que me des el milagro.


Cover de un amor

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Yo buscaba la manera de convencer a tu “quizás”, de perder al solitario, de ocultar mi indignidad.
Vos buscabas la manera de olvidarte del dolor, de completar el crucigrama sin ojear la solución.

Eramos dos martes queriendo ser viernes, cuatro ojos buscando las mismas pupilas, un enjambre de olvido sin diablo ni dios.

Vos tan triple equis, tan Nueva York, tan “mírame”.
Yo tan alpargatas, tan “no te entiendo”, tan bésame.

Eramos dos pendejos buscando un envión, jugando un ajedrez de peones de cartón, un rock and roll con guitarras de neón.

Yo creía en la revolución del pecado, caminaba las aceras de la noche persiguiendo la falacia del alcohol.
Vos cruzabas las veredas del rencor traficando soledades esperando redención.

Eramos dos mentirosos convenciendo al destino. Dos esperanzas sin fianza ni tregua, sin porqué ni mañana.
Eramos el cover de un amor de verdad, los teloneros de un recital
destinado a fracasar. Capuletos sin Montescos; Waterloo de un Napoleón rendido y de cristal.

En el aeropuerto de tus ganas despegué este carromato a GNC. Aterrizamos en un vendaval de ilusiones, cambiando besos por ganas y un tentempié de adultez.

Yo buscando la manera de convencer a tu “quizás”, de perder al solitario o de ganar tu dignidad. Vos la capitana de este barco a la deriva, yo tu marinero que no duda en navegar.