Con visión
de juego, integridad y talento un joven Joseph Guardiola se constituía como líder
en el Barca multicampeón de Cruiff allá por 1992.
Veinte años
después, hace horas nomás, ha decidido cerrar la etapa del más exquisito fútbol
que se haya visto en este planeta, llevándose en la mochila los mismos
adjetivos.
Nunca antes
en la historia de este juego un equipo se había convertido en paradigma como
ocurre desde hace cuatro años (y esperamos que siga ocurriendo) con los muchachos
de Pep.
Ni el
Madrid de Di Stéfano, ni el Ajax de Rinus Michels, ni el Brasil del ’70 (ni
otros tantos), pueden compararse con el despliegue de perfección en movimiento
que el Barcelona ofreció al mundo.
Pero
analizar el fenómeno catalán desde el aspecto meramente futbolístico sería
extirparle su rasgo más notorio, amputar su virtud más ejemplificadora, que
excede al campo de juego con su show y su business.
Impuso al
proceso sobre el resultado, el medio sobre el fin, y así se mantuvo en la
cúspide del éxito durante cuatro años consecutivos.
Una belleza
utilitaria, Menotti junto a Bilardo. La literatura y la matemática.
Pero sin perder
su esencia, jamás escondiendo pelotas, jamás descalificando al rival, jamás
dejando de ser el Barca. Tanto en la victoria como en la derrota.
Su estilo
ha sido un bálsamo en un fútbol cada más mesquino, mercantil y berreta; y ha
impuesto una manera de hacer las cosas en general, intentando la perfección,
pero no a cualquier costo. Eso se llama excelencia.
Cosechó fanáticos en los cuatro puntos cardinales, una afición basada en el modelo de
juego y no en la camiseta. Es imposible no ser hincha del Barca, porque es
imposible no ser hincha del fútbol.
Nunca antes
se había contemplado como hombres (e incluso mujeres) dejaban de lado sus
planes cotidianos para ver 90 minutos de un partido culé.
Las
repeticiones de los encuentros se disfrutaban de la misma manera que verlo en
vivo, aún sabiendo el marcador final, ya que lo verdaderamente increíble no era
el resultado, sino la forma. Diez toques, treinta, cincuenta, volver a empezar,
diez toques más, y gol.
Desde un
deporte que enciende más críticas que halagos, demonizado con su carga de
muertos y billetes, le demostró al mundo que aún se pueden obtener grandes logros
desde la honestidad, el talento y la pasión.
Gracias Pep
!