Gracias por volar conmigo

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Leer es viajar. Equipaje en mano y con tanto por descubrir abro las primeras páginas de cualquier ciudad en cualquier país. Me voy de mí mismo, me trasciendo.

Toco la puerta de Horacio Quiroga, Hamlet o D’Artagnan, y me invitan a dar una vuelta. A su derecha podrán encontrar las inmensas llanuras argentinas, a su izquierda el castillo de Elsinor y más adelante, con ustedes… la ciudad luz, París.

Qué maravilla! Estoy en el medioevo y veo arder a una tal Juana de Arco, en la Francia ocupada flameo los estandartes de la resistencia, y en Montevideo me tomo la borra del café con Benedetti.

Leer es viajar. Y es dejar de ser quien lee, para se lo que lee. Para ser Pantaleón Pantoja instalando un burdel amazónico, el Quijote luchando contra molinos superpoderosos o Ahasverus vagando por el tiempo, luego de negarle un vaso de agua al nazareno.

Ya fui todos. Fui Pantaleón, fui el Quijote y fui Ahasverus. Viajé por la rue de Seine buscando a la Maga, caminé por las pampas de Martín Fierro y me salvé de Auschtwitz por el bueno de Schindler, mientras el principito nos enseñaba a ser niños para siempre.

Con Winston Smith participé del primer Gran Hermano, corría el año 1984 y Sábato comenzaba a decirnos Nunca Más.

Me mojé en Macondo y fui un tuareg en el Sahara. Liberé a París mientras escuchaba por quién doblan las campanas, luego de encontrar la salida a las ruinas circulares y los laberintos borgeanos.

Libros y más libros. Viajes, lugares, personajes, revoluciones, asesinatos, heroísmos, miserias, amantes, fusiles y libros. Todo en un papel. Porque leer es trascender.

2 comentarios:

Cronopia dijo...

El viaje no termina jamás, sólo los viajeros terminan, y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdos, en narración...
El objetivo de un viaje, es sólo el inicio de otro viaje.... saramago!!!

marcos blanco dijo...

espectaculares palabras! gracias!

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