Nos siguen pegando abajo

|
La historia argentina está signada por el enfrentamiento entre dos sectores opuestos e irreconciliables: el interior del país, enarbolado en las banderas del federalismo, y el unitarismo de la Capital Federal.
Él deporte, como reflejo y manifestación cultural de un pueblo, no escapa a ésta dicotomía.
Desde los albores del siglo pasado, la rivalidad interior del país – Buenos Aires ha demostrado la controversia en todos los planos posibles. El fútbol es un claro ejemplo de ello: La selección nacional oficia de local sólo en la ciudad de Buenos Aires, los campeonatos de ascenso porteños se juegan al margen del resto de las competencias regionales (los clubes de Buenos Aires tienen su propio campeonato para acortar distancias, la “B” metropolitana, mientras que el interior del país juega el Argentino A y B a lo largo y a lo ancho de todo el país) e incluso los derechos de televisación son repartidos por Torneos y Competencias de manera desigual a favor de los clubes de Buenos Aires.
En las últimas décadas, han ocurrido hechos que denotaron un atisbo de cambio: la selección nacional ganándole a Perú en el estadio mundialista de Rosario Central (Mundial de fútbol de 1978), la consolidación de la liga nacional de básquet a fuerza de clubes del interior (Atenas, Olimpia de Venado Tuerto y Estudiantes de Olavarría) y Córdoba como sede histórica del Rally mundial.
El devenir de los años demostró que estos éxitos deportivos no fueron más que aisladas conquistas y que la superestructura deportiva nacional sigue siendo eminentemente centralista y unitaria.
Esta lógica de dominación ha repercutido en la identidad deportiva de los simpatizantes del deporte a nivel nacional. Sólo de esta manera puede explicarse que ciudades como Córdoba o Mendoza tengan miles de “hinchas” de Boca Juniors o River Plate, en algunos casos hasta supera el número de simpatizantes de clubes locales.
En Rosario sería impensado encontrar tal cantidad de simpatizantes “boqueases” o “millonarios”. Ello se debe a su proximidad con Buenos Aires, que ha creado una identidad fuertemente afianzada, al mismo nivel que en la Capital Federal.
Para realizar un análisis imparcial sobre responsabilidades y culpas en esta problemática, es necesario también apelar a la autocrítica. En lo que respecta a nuestra provincia, la clase dirigente en materia deportiva no ha tenido iniciativa suficiente para torcer historia.
El mayor triunfo de Córdoba es quizá la incorporación de los clubes de fútbol a los campeonatos nacionales. La resolución 1309, impulsada en los años 70 por el presidente de Talleres, Amadeo Nuccetelli, abrió las puertas del fútbol grande a estos pagos. En un principio la plaza pertenecía a Talleres pero luego fue de Córdoba en general, y se revalidaba a tales efectos.
En los tiempos que corren, la posta la tomó Euclides Bugliotti para traer la final de la copa Davis al estadio Orfeo. Aunque finalmente no logró su cometido, es la última gran gestión de un dirigente o empresario para posicionar a Córdoba en la cima del deporte nacional.

0 comentarios:

Publicar un comentario